La increíble historia de Roger Milla
Por pedido del presidente de su país, un futbolista de 38 años vuelve del retiro para disputar un Mundial. Fuera de forma, apenas puede jugar 30 minutos por partido, pero eso le alcanza para ser figura y colocar a su humilde selección entre las ocho mejores del mundo. Parece un relato de ficción, pero es una historia real.

La historia del camerunés Roger Milla en Italia ’90 es inverosímil. Si no existieran registros de su actuación en dicho Mundial, muchos dirían que se trata de un relato fantástico, porque es imposible que sea verídico.
Parece un guión de película, es cierto. Pero fue algo real.
Italia ’90 fue muchas cosas, entre ellas, el primer Mundial en el que una selección africana llegó a los cuartos de final.
La sorpresa fue Camerún, quien a punto estuvo de instalarse en las semifinales. Todo gracias a un jugador que estaba destinado a ver el torneo por televisión: Roger Milla.
La carrera del delantero de 38 años había concluido y poco se había oído de ella. (Recordemos que estamos en la era previa a Internet).
Aquel delantero de zancadas largas y jugadas directas era una especie de Marco Van Basten. Su instinto goleador lo hacía estar siempre al acecho, esperando el mínimo error rival. Era un depredador del área.
Todo eso lo descubrimos en el Mundial de 1990, luego de que el presidente de Camerún llamara al técnico del equipo exigiéndole que llevase al futbolista treintañero a Italia.
Milla no pensaba en el torneo, pero el presidente también lo convenció de sumarse al grupo como referente, apoyo moral y guía de los más jóvenes.
De jugar no se hablaba: estaba claro que sus minutos en cancha serían contados, porque no estaba en condiciones de completar un partido.
Pero su sola presencia podría ser un acicate para los “Leones Indomables”.
Milla aceptó la invitación del presidente y esa decisión marcaría un antes y un después en la historia del fútbol africano.
LA FASE INICIAL
Camerún no tuvo demasiada suerte en el sorteo: de arranque se las vería con el vigente campeón (Argentina) y después vendrían dos europeos, Rumania y Unión Soviética.
Pero el debut no pudo ser mejor: 1-0 ante la Argentina de Maradona con el recordado cabezazo de Omam-Biyik y la pobre respuesta del portero Pumpido.
La segunda presentación fue ante Rumania, que venía de vencer a Unión Soviética con dos goles de Lacatus.
El partido no tenía goles, por lo que Camerún apeló a Milla para jugar la última media hora.
Con el “9” en la espalda, Milla saltó al campo para empezar a escribir la leyenda: al rato, Camerún ya ganaba 2-0 con dos goles suyos.
El primero de zurda, tras ir a pelear una pelota aérea que parecía perdida y saltar con fiereza para desplazar al zaguero con el cuerpo; el segundo de derecha y al ángulo, tras quedarse con otra pelota dividida y enganchar de zurda para anular al último defensor.
Con la pelota besando la red, Milla corrió hacia el banderín del córner, inaugurando una celebración en forma de baile que se haría célebre.
El mundo estaba atónito: un jugador “retirado” rompía los esquemas y él solito destrozaba al peligroso equipo rumano.
Con esa victoria, Camerún se aseguraba un lugar entre los 16 mejores del mundo.
UN PARTIDO PARA LA HISTORIA
En octavos de final esperaba Colombia, un equipo respetable que le había sacado un empate a la poderosa Alemania, quien a la postre se quedaría con el título.
La selección sudamericana tenía a uno de los mejores porteros del momento: René Higuita.
El “1” era conocido por su afición a salir de su arco como si fuera un jugador de campo. Pero esa peculiaridad le iba a costar caro esta vez…
Como era costumbre, Camerún salió a la cancha sin Milla y no tuvo ideas para romper el cerrojo colombiano.
La historia volvía a repetirse: con 36 minutos por delante, el DT tuvo que apelar a Milla. Y Roger no defraudó.
Hubo que esperar hasta el alargue, pero valió la pena: a los 106’, Milla recibió de espaldas al arco, giró sobre sí mismo, regateó a dos rivales con pasmosa facilidad y, cara a cara con Higuita, ejecutó un remate alto e inapelable.
Tres minutos más tarde, Higuita salió de su arco, controló mal la pelota tras el pase de un compañero y cuando la pisó para intentar eludir la embestida del “9” camerunés, ya era tarde. Milla le robó el esférico y corrió sin oposición hacia el gol para bailar ante el banderín por cuarta vez en el torneo.
Milla lo había vuelto a hacer y por primera vez en la historia, una selección africana llegaba a los cuartos de final de un mundial.
Ver para creer.
Los cuatro goles de Milla tenían una característica común: habían sido producto de la astucia. Eran goles de cazador, de un futbolista que pensó rápido para sacar provecho del error rival. En cada situación, Milla apareció por sorpresa y con una determinación y una capacidad de resolución envidiables.
LA DESPEDIDA
En cuartos de final, Camerún tuvo que enfrentar a la poderosa Inglaterra del genial Gascoigne y el goleador Lineker.
Era un partido perdido de antemano. Para reforzar la idea, los ingleses se pusieron 1-0 a los 25’.
Camerún, con Milla en el banco (como de costumbre) era inofensivo en ataque, por lo que el entrenador decidió darle más minutos a su jugador estrella y lo colocó en el equipo al inicio del segundo tiempo.
El desarrollo cambió enseguida: a los 60’, Milla hizo una pared con un compañero y cuando giró e ingresó al área para recibir el pase entre líneas, un defensa inglés lo derribó. Penal que Kunde transformó en el 1-1.
Una vez más, el “9” saltaba al césped y cambiaba la historia de un partido.
Cuatro minutos después, Milla recogió la pelota de espaldas, a unos 15 metros del área. Giró, dio unos pasos con el balón dominado y esperó que su compañero Ekeke se posicionara en el área para dejarlo de cara al gol. Era el 2-1 para Camerún.
Más tarde, otra asistencia de Milla casi culminó con un gol de taco de Omam-Biyik que hubiese significado el 3-1, pero el arquero inglés evitó el festejo.
Inglaterra estaba contra las cuerdas, pero no se rindió y en su búsqueda permanente, encontró la torpeza de Camerún para defender y un penal que convirtió Lineker para forzar el alargue.
En el tiempo suplementario, Milla siguió haciendo de las suyas: se deshizo de un defensor inglés con un sombrero dentro del área, pero en esta ocasión su remate final se fue muy alto. Sería su última imagen en el torneo.
Porque del otro lado, un pase genial de Gascoigne dejó a Lineker solo ante el portero y la jugada, una vez más, terminó en penal. A los africanos les faltaba oficio mundialista y eso les costó caro.
Lineker volvió a marcar desde los 11 metros y se terminó el increíble Mundial de Camerún y de Roger Milla.
Una historia fantástica que difícilmente pueda repetirse.
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